«La arquitectura participa de los mismos problemas que tiene la obra de arte, pero se transforma cuando asume unas cargas culturales y soporta los intereses de quienes la promueven. Trasciende los deseos de quien la proyecta y se convierte en realidad cotidiana. Ese paso de lo propio, de lo que te pertenece, a lo que pasa a ser propiedad de todos da peculiaridad a la labor arquitectónica»
Rafael Moneo
Reflexiones tras 8 años de titulación en arquitectura…
Que éste también es un blog sobre arquitectura, de vez en cuando me acuerdo de escribir sobre ella. No soy una arquitecta al uso. Me refiero a que este blog es un esfuerzo personal para tener mis apuntes mentales organizados en alguna parte; y si le sirve a alguien, bien. Lo que NO es, desde luego, es un blog de arquitectura para arquitectos. Los leo, si, pero debo reconocer que pecan de esa auto-celebración que aburre, al menos a mí.
Hace ya algunos años que pertenezco a este gremio. Amo mi profesión y todas las herramientas que me ha proporcionado. Tengo compañeros a los que admiro. Soy seguidora del trabajo de muchos grandes arquitectos. Y soy humilde. Siempre me he preocupado más por aprender y por hacer arquitectura como quien borda una mantelería o como quien construye una mesa de madera: a mano.
Sé que hay muchos por ahí como yo: emigrados, opositores, con nueva profesión, mileuristas, precarios. Sufrimos con el fin de carrera y con cada proyecto en la Escuela y fuera de ella. No nos ayudó la crisis a seguir el camino que teníamos imaginado -y creo que ha sido lo mejor en muchos casos-. Pero aquí estamos, intentando hacer buenos proyectos. Empatizando con los clientes. Viviendo en el mundo real, al margen de Escuelas Técnicas y publicaciones elitistas. Intentando llegar a fin de mes. Intentando hacer otras cosas.
Soy una artesana.
Disculpen por la reflexión semanal, esta vez necesitaba ponerla por escrito. Como aquella vez.